Kinbaku / El arte de atar para liberar

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Origen: Kinbaku / El arte de atar para liberar

 

El Shibari

En el Japón medieval un Samurái que tomase como rehén a un prisionero tenía derecho a ejercer sobre él un castigo que consistía en inmovilizarlo con cuerdas con el fin de humillarlo y, dependiendo de la gravedad de su crimen, incluso torturarlo. Estas sofisticadas ataduras que empiezan en el periodo Sengoku (1467) y van hasta el periodo Tokugawa (1542) eran ya, hace cinco siglos, de una refinadísima codificación, y sólo podían ser ejecutadas y enseñadas (en secreto) por un guerrero Samurái. Posteriormente, en el periodo Edo (1600-1878), estos códigos de cordajes devienen en un complejo arte marcial llamado hobaku-jutsu (más conocido como hojojutsu), cuyo objetivo era no sólo retener al prisionero frente al pueblo, sino describir a través de las formas de las ataduras y del tipo de cuerdas: la clase social del reo, el crimen que se le imputaba e incluso su edad y oficio. Pese a su utilización por la policía de la época (las clases más bajas de samuráis al final del periodo de los Señores de la Guerra) como técnica secreta de tortura, el hojojutsu seguía reglas inviolables en su ejecución: No infringir daños psíquicos o físicos permanentes, impedir que el prisionero tenga autonomía para librarse del castigo, y que nadie fuera de la casa samurái pueda presenciar la técnica. A todo este conjunto de técnicas que inicialmente tuvieron un fin punitivo se las conoce como Shibari, que literalmente describe la acción de atar.

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Cuando hacia el final del periodo Edo el Japón medieval se abre a Occidente el hojojutsu como técnica marcial va dando paso a un refinado rito erótico, nace entonces un concepto más especializado del shibari, el Kinbaku, palabra japonesa que significa el arte de atar.

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En el kinbaku, el antiguo triángulo formado por Samurái, prisionero y pueblo (testigo del castigo), se transforma en un triángulo formado por el Maestro (Kinbakushi), el o la sumisa (dorei) y el público o espectador que observa el espectáculo, rompiendo de este modo la regla del hojojutsu que prohibía presenciar el arte de la atadura, pero preservando aquellas que impedían infringir daños ni permitir la evasión del retenido.

Es en el kinbaku japonés donde se encuentra el origen del Bondage, la versión occidental contemporánea de la práctica de la atadura erótica. Aunque bondage y kinbaku parten de una raíz común hay diferencias sustanciales entre ellos: El kinbaku no necesariamente pretende inmovilizar mientras que el bondage tiene como fin la inmovilización parcial o total de la persona bondageada. En el bondage la inmovilización es (eventualmente) un paso previo al contacto sexual o prácticas sexuales con el discípulo, en el kinbaku se da prioridad a la calidad estética formada por cuerda–atamiento–atada(o) y a través de ese ‘goce estético’ se propicia la unión (sensual, sensorial) entre maestro–discípulo–espectador. En el bondage la cuerda tiene una función represora, mientras que en el kinbaku la cuerda (nawa) tiene una función liberadora; la cuerda no sólo es un instrumento del cordaje sino un conductor de energía que enlaza al atador con la atada. Por último, el kinbaku trabaja específicamente sobre puntos de la anatomía (meridianos energéticos) que según la medicina tradicional oriental conectan todos los órganos, tejidos y células, con el propósito de activar estos puntos (positiva o negativamente) dependiendo de la presión que los nudos ejerzan sobre el cuerpo y con especial atención en las zonas erógenas de mayor irrigación sanguínea (pechos, genitales y extremidades), por esta razón el proceso de encordamiento se realiza por etapas: primero el tronco (los pechos o perlas: Shinju), luego nalgas (cerezas: Sakuranbo) y vientre ,y al final extremidades y el resto del cuerpo (Karada).

Nudos

Pero la evolución del hojojutsu al kinbaku no pasó sólo por la mera codificación y reglamentación del cordaje punitivo al acordamiento sensual, existieron y existen artistas que han intentado elevar esos códigos rituales al nivel del arte, trabajando el kinbaku desde su escenificación pasando por la transmutación y llegando incluso a su deformación a través del la moda.

 

Seiu Ito, la escenificación

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Se considera como el padre del kinbaku moderno a Seiu Ito (1882-1961). Ito fue un pintor, ilustrador, fotógrafo y crítico de teatro japonés que centró su trabajo en las costumbres de tortura del periodo Edo. Como artista fue un contracorriente, muchas veces incomprendido en su tiempo y censurado por la sociedad de inicios de siglo; un siglo y una sociedad que cincuenta años después sabría ubicar su obra como la precursora de las más importantes corrientes de la sexualidad alternativa contemporánea, en la que el trabajo de Seiu Ito es considerado por los expertos como clave para la conformación del actual BDSM (siglas que resumen el complejo conjunto de prácticas sexuales: Bondage, Dominación, Sado, Masoquismo).

Ito investigó y estudió el hojojutsu a profundidad para poder reformular las reglas del kinbaku y conseguir elevarlo a nivel de arte en el Japón del primer cuarto del siglo XX. En su libro de 1923 Una historia de las costumbres en Tokio en el período Edo el artista explora la capacidad que tiene el cordaje para transmitir una perturbadora carga erótica y como ésta puede llegar a ser una exquisita forma de expresión artística. Las ilustraciones que Ito realizó en su abigarrado inventario del shibari —y que posteriormente desarrollaría al extremo en la fotografía— muestran ya una compleja relación Poder-Dolor-Placer-Arte, una ecuación que dominó su obra y a la vez su convulsionada vida.

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“Una historia de las costumbres en Tokio en el período Edo” / Seiu Ito, 1923

Ito quería alejarse del estado de improvisación que el shibari estaba sufriendo como resultado de transformar lo marcial en sensual, y para conseguirlo proponía que el kinbaku se ejerza como una rigurosa y planificada escenificación del traspaso de poder discípulo>maestro en un hermoso acto ritual. En este performance el o la doreivoluntariamente ponía el control de la situación en manos de su kinbakushi para que a través de su cuerpo y del exquisito cordaje (karanda) ambos alcanzasen un estado de iluminación que muchas veces concluía en el éxtasis. Con esta representación Ito pretendía provocar el asombro y el shock en el espectador, así como elevar su sensualidad a través de los sentidos, amplificando desde lo estético la ligazón existente entre posesión, poseedor y poseído.

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Al inicio del periodo Tashio (1912-1926) Ito conoce a dos modelos que posteriormente serán sus Mistress (cortesanas) y esposas: Kaneyo Sasaki con quien hace una serie de ilustraciones de tortura, y Kise Sahara su segunda esposa y también la modelo de muchas de sus fotografías. Con Sahara embarazada Ito hace su célebre fotografía que le valdría el título de “Artista de la perversión” en su tiempo, la fotografía se publicó en el periódico Hentai Shiriou donde Ito era colaborador y levantó ampollas en la sociedad nipona de la época.

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Es en el consenso entre dorei y kinbakushi, así como en la escenificación rigurosa del rito, donde la obra de Ito abre una escisión entre el antiguo shibari y el nuevo kinbaku —incluso sienta las bases que hasta hoy se siguen en los espectáculos de bondage—. Si bien la palabra shibari hace alusión al acto de atar, la palabra kinbaku se refiere al arte de la atadura y bajo la forma bi-kinbaku se traduce como “esclavitud hermosa”. Este rito de hermosa esclavitud puede ser solicitado del maestro a su discípulo (shibaritai) o del discípulo a su maestro (shibararetai). Dentro de esa misma relación etimológica-jerárquica la palabra para maestro, kinbakushi, también significa “estrecha vinculación”, es decir, un lazo indisoluble entre el creador y su creación, la misma indisolubilidad que Seiu Ito extrapoló de su arte hacia su vida personal.

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Nabuyoshi Araki, la transmutación

Cuando ato a una mujer, le digo “Estoy atando tu corazón, no tu cuerpo”

 

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A diferencia de Seiu Ito o de Hikari Kesho, Nabuyoshi Araki (Tokio, 1940) no es un nawashi (maestro de la cuerda), sus cordajes no son rigurosos y suelen ser precarios y repetitivos puesto que su preocupación por el kinbaku no se centra en el arte de la atadura sino en la capacidad de la fotografía para captar esa fuerza perturbadora. Podríamos decir que, en su trabajo artístico dedicado al kinbaku (la obra de Araki es inmensa) la función del maestro o Kinbakushi es remplazada por la de la del fotógrafo, creando una nueva triangulación energética a través de su arte, la formada por: Cámara-Discípulo-Espectador.

La cuerda para Araki ya no es un conductor de la energía, es elcatalizador, y su fuerza perturbadora se canaliza a través del ojo humano, muchas veces en un lazo visual que une las miradas de la sumisa con la del espectador de la imagen. Si en casi todas las fotografías de Ito sus introspectivas Maitress bajaban la cabeza o esquivaban la mirada, en las fotos de Araki las modelos nos cuestionan frontalmente, no desde el dolor, sino desde una conmovedora placidez. Sus actitudes frente a la cámara son totalmente conscientes y placenteras, sin resquicio de perturbación, se las ve relajadas, livianas, incluso luminosas, sumisas ante el lente del maestro. Así lo expresó una de sus modelos:

Según un dicho japonés una fotografía roba parte de tu alma, eso es lo que siento cuando Araki pulsa el disparador: me siento purificada.

—Shino / Modelo de Araki—

 

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El peso de los ropajes, el desorden de los cabellos y la aspereza de las cuerdas de cáñamo en las fotografías de Ito, han dado un paso a una levedad casi ingrávida en las imágenes de Araki. El consenso ritualentre maestro y discípulo que planteaba Ito se ha convertido en Araki en una íntima complicidad entre fotógrafo y modelo, pero también entre nosotros y la imagen, y es en esa complicidad donde reside la maestría artística del fotógrafo nipón. Ahora la cuerda es invisible, se ha transmutado y se proyecta desde la imagen hacia fuera, atando la mirada del espectador en un lazo cómplice y perturbador con la dorei y el kinbakushi.

La atadura se convierte en un abrazo fuerte.

 

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No es de extrañar que con una obra tan potente y provocadora Araki haya sido no sólo incomprendido sino mal interpretado, aún cuando es reconocido como uno de los más grandes maestros de la fotografía en Japón (sus trabajos para Björk y Lady Gaga dieron la vuelta al mundo). Se lo ha acusado de sexista, misógino, degradante e incluso violento con las mujeres, sobretodo por ciertos grupos feministas que ven en el trabajo de Araki el uso de la mujer como objeto de sumisión y perversión. En una ocasión que exponía su obra en Austria las mujeres guardias del museo se negaron a trabajar durante la exhibición, y en otra un grupo feminista apedreó la exposición que realizaba en Seúl. Pero no sólo grupos radicales tienen conflictos morales con su obra, la sociedad en general (oriental y occidental) se ve confrontada en las imágenes del artista japonés, quizá por que se niegan racionalmente a ser cómplices de ese acto sumiso que representa entrar en el tiempo de una fotografía y quedar cautivos de su imagen.

Araki trabaja en dos grandes temas: el amor y la muerte, pilares capitales de la dramaturgia que para él son indisolubles, y para hablar de estos temas ha fotografiado mujeres por más de sesenta años: jóvenes, viejas, delgadas, gordas, modelos, amas de casa, vestidas, desnudas, atadas, libres, enamoradas, desoladas, luminosas y muertas. En los cientos de miles de fotografías su cámara se muestra fascinada por la criatura femenina, supeditada al misterio de su belleza corporal y espiritual. Nabuyoshi Araki tiene muy en alto la imagen de la mujer, en todos los sentidos y de todas las formas, la única diferencia es que esa imagen (nunca mejor dicho) está libre de ataduras y no cabe, ni cabrá, en el molde visual que la sociedad contemporánea nos ha fabricado para vaciar nuestra mirada en él. Ese molde visual no es más que la represión sensual de los sentidos.

La sensualidad es la capacidad del ser humano para experimentar el goce a través del placer sensorial, y desde esa perspectiva es importante diferenciar represión sensual de represión sexual, ya que en la segunda operan mecanismos inhibidores no sobre los sentidos sino sobre los pulsos vitales del Ser, pulsos que en la sexualidad tienen fines copulativos, reproductivos y de perpetuación.

El disfrute de un plato elaborado con exquisitos ingredientes es una experiencia sensual para el gusto, el olfato e incluso la vista, como lo es el ‘gozo’ de escuchar El Mesías de Händel para quien degusta de la música clásica. Nos resulta fácil dejarnos llevar por el placer sensual de los sentidos (oído, gusto, tacto y olfato), a tal punto que cuando vivimos una experiencia sensorialmente placentera nos referimos a ella con términos como ‘éxtasis’, ‘trance’, ‘embriaguez de los sentidos’, pero cuando esta experiencia pasa por el placer sensual de la mirada(vista) inmediatamente acuden los guardianes represivos de la razón y el goce es llevado a juicio. Ese juicio, o molde, o represión sensual es lo que conocemos como autocensura, o lo que es lo mismo, el condicionamiento de nuestros sentidos bajo la imposición de nuestro intelecto. Es por esto que presenciar por primera vez una imagen pornográfica pudiese resultar tan chocante —y excitante— como presenciar por primera vez la muerte de manera directa, y no hablamos del morbo implícito en atisbar lo prohibido, sino del goce sensual primario que no ha sido procesado por juicio moral alguno. Pero lo paradójico y maravilloso de este acto autorepresivo es que opera precisamente en el sentido contrario: la evasión de la razón nos provoca un extraordinario placer y, mientras más intentamos reprimir el gozo o dejar de mirar, más elevado es el grado de placer sensual con que vemos.

Pero ¿no es esa la paradoja sobre la que ha trabajado siempre el kinbaku y su artistas: la sumisión de la voluntad (juicio) a una experiencia ritual (placer) que nos eleve de lo físico (sentidos) a lo espiritual (éxtasis)? Pues esto es lo que Ito y Araki nos intentan transmitir con su arte: Atar para liberar, una suerte de desencarcelamiento de los sentidos mediante el goce sensual que produce, el ser testigo, de aquello que yace atrapado en el tiempo. Esa “quietud cercana a la muerte” que Araki dice haber encontrado en el tiempo suspendido en una fotografía.

Si haces fotografías, detienes el tiempo. Fotografiar es asesinar.

 

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Hikari Kesho, la deformación

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Cuando el kinbaku pasa a ser una representación artística de occidente algo indefectiblemente se pierde en el camino, lo cual es comprensible si recordamos que el hojojutsu japonés de donde parte tiene medio milenio de antigüedad. Esto es lo que ocurre en la obra de Hikari Kesho (Italia, 1958). Kesho es un artista de la fotografía indiscutiblemente, su obra ha sido reconocida mundialmente en bienales, galerías y festivales internacionales, pero es un fotógrafo de moda y, con el mayor respeto por el género maestro de las tendencias, eso es lo que ha logrado: crear y divulgar una tendencia estética basada en el shibari.

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2008 The Throne of the Master

En Kesho el kinbaku retrocede unos cuantos pasos y vuelve a su estado de shibari, más estrictamente a su forma occidentalizada de bondage, de la cual Kesho es un verdadero Nawashi (ver video abajo). Si bien sus imágenes son cautivadoras y cuidadosamente elaboradas la atadura invisible entre dorei, kinbakushi y espectador se ha roto, o más bien, se ha enredado. La cuerda que antes era catalizadora y previamente conductora vuelve en Kesho a ser un mero instrumento de atadura, es un vestido que cubre a la sumisa, más no una extensión de su piel. Las antiguas Maitress y modelos de Ito y Araki ahora sí son sólo mujeres, hembras, objetos del deseo, y por tanto los sentidos se embotan al contemplarlas, el juicio gana y la mirada pierde. Ya no existe introspección ni confrontación en las plácidas miradas de las dorei, sólo pose. La modelo y su cordaje ya no son parte de ese triángulo conformado por poseedor-poseído-posesión, lo que vemos es simplemente aquello que está atado a una cuerda, y que pende (o depende) del juicio de un espectador que no mira desde sus ojos sino desde los ojos del fotógrafo. El resultado no deja de ser perturbador —en cuanto lúbrico— pero es una perturbación primero fugaz y segundo vulgar, entre otras cosas porque subestima o desentiende la importancia del espacio ritual y transforma el entorno en un decorado, sea este un estudio o una paraje natural.

2011 Among Ginkgo Biloba leaves
2011 Passion
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2008 sunset
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Como Kesho, la moda y la publicidad se han encargado de transformar el shibari en un producto, divulgando su fascinante forma de envoltura y explotando el milenario poder perturbador de la cuerda, pero privando al mismo tiempo al espectador de un maravilloso arte liberador de los sentidos, un arte que con los años terminará cumpliendo una de las reglas de oro del hojojutsu: que nadie fuera de la casa Samurái pueda presenciar ese ritual secreto y ancestral.

Garth Knight

 

Datos curiosos

Este documental (Arakimentary) sobre Nabuyoshi Araki realizado por Travis Klose no es el más afortunado en su factura pero contiene momentos muy interesantes para conocer al maestro y su concepción del arte.

Para quienes desean más información existe un portal (como Wikipedia) destinado íntegramente al Shibari llamado Nawapedia:

http://nawapedia.com/index.php?title=Main_Page

También existen cientos de websites y blogs sobre el shibari como arte, esta es una bastante decente:

http://www.artofcontemporaryshibari.com/?page_id=51

Existen muchos festivales de shibari y bondage a nivel mundial, uno de los más destacados es:

http://www.ropefest.com

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